martes, 13 de enero de 2009

Ser íntegro


El hombre de doble ánimo
es inconstante en todos sus caminos.
Santiago 1:8 (RV)


Integridad es antónimo de división. Ser íntegro significa entonces estar unido y no dividido. Ser una persona íntegra quiere decir no tener doble personalidad. Por naturaleza humana somos de doble ánimo y tendemos a no ser sinceros. Entendemos muchos conceptos de honorabilidad pero no actuamos en consecuencia. Es así, déjeme explicarle, fuimos creados como seres íntegros, es decir capaces de ser honrados y bondadosos en abundancia, pero sucedió que alguien, en el transcurso de la historia, cometió un error, propio de su libertad mal interpretada.Ahora que ya sabe esto no se las agarre con ese alguien, si usted hubiese sido Adán o Eva también hubiera cometido el mismo error… ¿sabe por qué?, porque aunque usted no lo quiere reconocer, tiene un corazón vanidoso que le impide decir no a aquello que lo divide en su interior, a aquello que desestabiliza su integridad. Mi corazón es similar al suyo, créame.Entonces existe en nosotros una especie de grieta que nos divide, algo que está roto, y por esa hendija se pierde lo que Dios nos quiere dar. No somos capaces de retener el flujo de bendiciones que inundan nuestro diario vivir. Se nos van, se nos escapan por la grieta, por la división que es nuestra falta de integridad. Y mientras más amplia sea la grieta mayor será la pérdida de bendiciones que deberemos soportar. Es verdad que se discute cuánto tiempo hace que estamos aquí sobre esta tierra, pero realmente eso no cambia en nada el problema universal de la falta de integridad que existe en los seres humanos. Debemos asumir que en el transcurso de la historia existió un golpe que quebró aquello que estaba unido y fue necesario que así fuese, para que la vanidad y el orgullo quedaran a la luz y fueran separados libremente de la vida del hombre, para que usted y yo no tengamos dudas que transitando por la vereda de la mentira, que es la división interior, vamos derecho a la perdición, pero si caminamos por el sendero de la verdad no tenemos temor a equivocarnos al pensar que nuestra vida paseará en la paz que fluye de la entereza de nuestro espíritu.

El Restaurador
Asumiendo que es verdad el hecho de que estamos agrietados, sería bueno ahora saber si ha sido fabricado algún sellador que pueda reparar la fisura provocada por la falta de integridad.La buena noticia es que si existe el restaurador de nuestra grieta, ya todo fue hecho en el principio de los tiempos, así lo dice Génesis, pero debemos entender que nosotros solos no podemos autointegrarnos, por decirlo de alguna manera, necesitamos algo externo a nosotros mismos que nos repare. Como si de una pieza de alfarería se tratase, también nosotros necesitamos al alfarero. Aún así, la restauración no es definitiva en las actuales condiciones que tenemos, por lo tanto diariamente debemos acudir al restaurador.¿Y quién mejor le puede restaurar que aquel que lo ha creado?. Quien ha sido el responsable de darle la vida tomó también, por ser íntegro él, la responsabilidad de sellar la grieta. Nada se escapó de su control. No es que cuando le creó a usted lo sorprendió que le saliera fallado. Ya sabía de sus fallas, de sus errores, de sus bajezas, de sus pensamientos impuros y sus acciones desordenadas. Estaba totalmente conciente del perjuicio que se ocasionaría a sí mismo al regalarle la vida, pero aún así quiso dársela.Sabía desde el principio de los tiempos que Él mismo debería ponerse como intercesor sagrado entre nosotros y la muerte, que es la consecuencia del error cometido con nuestra libertad mal encausada, no obstante esta dolorosa e humillante situación, no le quitó el valor para darnos su soplo de vida. Dios es un padre y no un fabricante de autómatas.Yo soy padre y pienso que si alguno de mis hijos cometiera algún grave error que lo llevara a la cárcel y fuera condenado a muerte por el delito que cometió, yo estoy dispuesto a tomar su lugar en la fatal condena con tal de que él tenga otra oportunidad para rehacer su vida. Imagínense que si nosotros somos capaces de hacer esto y no es más que buenas dádivas a los ojos de Dios, cuanto más hizo y está dispuesto a hacer Él por nosotros con tal de que tengamos una nueva oportunidad.

Yo Soy
Dios conoce nuestro pasado, presente y futuro porque Él es y lo afirma cuando dice sobre sí mismo Yo Soy. Y precisamente porque el no tiene las limitaciones del ayer, hoy y mañana, ya vive junto a usted en un futuro donde podrá disfrutar de las incalculables bendiciones de su Presencia. Dios conoce el corazón del hombre, por lo tanto sabe quienes son los que buscan los regalos que él puede dar y quienes lo siguen por lo que Él es. Ir detrás de Dios por sus regalos es recurrir a él en oración pidiéndole sanidad de una enfermedad, mientras que seguirlo por lo que Él es significa aceptar su voluntad tanto en la salud como en la enfermedad, a sabiendas que tanto en una u otra situación Él está interesado en hablar con nosotros y tiene algo para enseñarnos en cada circunstancia, que nos llevará a una relación más íntima con Él.Si al regresar a casa, después de una jornada de trabajo o un viaje, mis hijos corren a abrazarme y llenarme de besos y luego me preguntan qué regalo les he traído, si un juguete o algún dulce, todo el supuesto amor que sentían por mí no es más que una simulación ya que sólo venían por los obsequios. Sin embargo, cuando me abrazan y no quieren descolgarse de mi cuello porque allí se sienten más seguros, elevados por sobre los demás, cobijados, amados, cuando esto sucede, créame que pueden no pedirme absolutamente nada y yo sin embargo, además de los abrazos y besos, que son expresión sincera de mi corazón, les daré todo lo que desean y necesitan y se los proporcionaré en abundancia, para que nunca les falte absolutamente nada. ¿Se logra entender cuál es el proceder de Dios y cuál el nuestro? ¿Qué hijo es usted para Dios? ¿Es el que corre a sus brazos con besuqueos baratos y falsa palabrería para luego pedirle su regalo o es el que busca apretarse a su pecho para acariciarlo y mimarlo?La sinceridad es fundamental para lograr ser íntegro. Sea sincero y piense como está actuando usted como hijo respecto a su Padre Celestial. Preséntele a Dios sus grietas para que Él pueda repararlas y ya deje de pensar en los beneficios que Dios puede darle. Le aconsejo que lo abrace con franqueza apartando diariamente un tiempo de oración con él y que lo llene de generosos elogios a través de la alabanza. Mime a su Padre y Él le concederá las peticiones de su corazón. Actúe con integridad y las bendiciones que usted reciba lo sobreabundarán para siempre.

El Espíritu de Dios tiene el poder para restaurar
He leído cierto texto donde, de manera metafórica, se cuenta que antes de la formación del universo, estaban Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo hablando entre ellos respecto a la creación del hombre. El Padre dio la noticia que él deseaba crear al hombre para que tuviera comunión eterna con ellos, gozando de su infinito amor, pero ese hombre pecaría, lo cual haría que dicha comunión quedara rota. La única manera que esa grieta podía ser restaurada era que alguién sin pecado pagara el precio del error cometido por el hombre. Si esto no sucedía, el ser humano creado por Dios Padre, debería pagar eternamente su error por querer ser igual al Creador, con enfermedad, todo tipo de desventuras y la misma muerte, hasta terminar en el infierno, ya que la ley de la creación divina así lo dicta por los siglos de los siglos. Al escuchar la idea del Padre, el Hijo tomó la palabra y dijo: «Yo iré. Yo no tengo pecado. Yo tomaré la forma de hombre e iré a la tierra a pagar el precio. Moriré en una cruz para que ese hombre que tu amas y deseas crear, sea restaurado a la perfecta comunión con nosotros y así podrá gozar de lo que también nosotros compartimos». Después de esto el Hijo miró al Espíritu Santo y le dijo: «Pero no podré ir a menos que tú me acompañes. Yo puedo pagar el precio, pero tú posees el poder que el hombre necesita para ser restaurado». La tercera persona de la Trinidad, sin dudarlo respondió: «Ve, que cuando sea el momento preciso, yo me reuniré contigo en la tierra»...Lo demás es historia que ya conocemos. El Hijo se hizo hombre y puso sus pies sobre esta tierra bajo la identidad de Jesús de Nazareth. El Espíritu Santo, cumpliendo también él con su palabra, se reunió con Jesús en las aguas bautismales, cuando Juan, el mensajero del Padre, lo bautizó en el Jordán. A partir de ese momento, y no antes, Jesús tuvo el poder para sanar enfermos, expulsar demonios y levantar a los muertos de la tumba. Luego, cuando en la cruz entregó su espíritu, ese Espíritu volvió junto al Padre, para luego regresar en Pentecostés a llenar de poder a los primeros apóstoles. Ese mismo Espíritu de Dios, el mismo que tuvo Jesucristo, es el restaurador que tanto usted como yo necesitamos. Pídale a Dios Padre en el nombre de Jesús, que le envíe el Espíritu Santo. él está esperando desde el principio de los tiempos restaurar su vida. Sólo tiene que solicitárselo.

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